(Fuente: La Tercera) La actividad económica se encuentra gravemente amenazada por la pandemia del coronavirus y, con ella, la empresa privada, su principal motor. Sin desmedro alguno de la dura realidad que trasunta esta afirmación, el paso del Covid-19 pareciera abrir también una gran oportunidad para las organizaciones de negocios en Chile.
Es un hecho conocido que la percepción del grueso de la ciudadanía sobre las empresas ha sido francamente negativa durante los últimos años. A esa apreciación han contribuido, en primerísimo lugar, una serie de faltas a la ética empresarial de amplia cobertura en los medios de comunicación cometidas por altos directivos de conocidas compañías nacionales. Y, frecuentemente, ha sido secundada por un uso político de las mismas que busca obtener réditos en las encuestas y elecciones a corto plazo. En suma, la idea de que las empresas abusan de sus clientes y de la sociedad ha cristalizado fuertemente en el país. Precisamente, por esta razón, la actual coyuntura genera una posibilidad única para que las corporaciones de negocios mejoren legítimamente su reputación.
¿Qué pueden hacer ellas en el actual escenario? Junto con perseguir su continuidad, con todas las energías y creatividad que suelen serles reconocidas, han de actuar impulsadas por una profunda impronta moral en su quehacer. Ésta implica necesariamente poner a las personas y a la sociedad como norte último de su accionar. En el momento que se vive, ética empresarial significa, primeramente, efectuar todos los esfuerzos posibles por mantener el máximo de los empleos que se brindan en tiempos de normalidad; propender a cuidar la fuente de trabajo de sus colaboradores, poniendo el despido de estos últimos en el último lugar de las medidas a que echar mano para sortear la crisis (sin morir en el intento). Conlleva, también, cuidar con esmero la salud de sus miembros y, en ningún caso, presionarlos a exponerse al contagio de la enfermedad más allá de lo razonable. Comporta, asimismo, procurar apoyar a las familias de sus miembros, partiendo por facilitar los medios para un teletrabajo eficaz y humanizado. Supone contribuir, con sacrificio, a iniciativas de bien común que puedan exceder al ámbito inmediato del rubro propio (aportes para combatir el flagelo del coronavirus, fondos de ayuda a desempleados, colaboración con entidades públicas, municipios u ONG, y más).
En las últimas semanas han visto la luz diversas iniciativas bien encaminadas en la dirección que se señala. Se trata de un buen indicio. Es de esperar que sea el comienzo de un proceso de reivindicación social de la empresa privada, de gran valor para la marcha normal de la nación y crucial para superar el complejo escenario económico-social que la amenaza. Ética y solidaridad (junto a continuidad) parecen ser las consignas para el presente y el futuro de la empresa en Chile.