Presidenciables y presidencialismo

Fernado Bahamonde

Chile ha entrado en un tiempo de profundas definiciones políticas, donde existe poco o nulo margen para cometer errores y la institucionalidad es sometida constantemente al escrutinio público por su carencia de credibilidad. Este año electoral todo el sistema político vigente debe dar cuenta a la ciudadanía si es capaz de sostenerse y, aún más, si es capaz de transformarse así mismo. Este ejercicio implica que la institucionalidad debe buscar coincidir con las múltiples de demandas políticas, sociales y económicas postergadas por décadas.

                Paralelamente, como nunca y a pesar de la profunda ruptura existente entre el sistema político y ciudadanía, presenciamos un amplio abanico de precandidatos y precandidatas presidenciales. Sin embargo, hasta el momento sólo circulan nombres y son escasos los contenidos programáticos o los proyectos de país propuestos.

                Los pocos contenidos presentados por la derecha y la centro-izquierda no logran explicar la contradicción vital que hace chocar cualquier reforma social con el muro neoliberal. De este modo el énfasis de una economía social de mercado o la consagración constitucional de un “Estado social de derechos” pueden ser reformas para matizar el modelo, sin lograr cambiar su esencia.

                La tarea a la cual convoca la izquierda se fundamenta en superar el neoliberalismo socavando sus dos pilares la Constitución de 1980 y eliminar el sistema de capitalización individual de las AFP, acto seguido levantar un modelo nacional de desarrollo acompañado con el cambio del régimen político que contenga una democracia participativa en lo político y una democracia económica que integre a los trabajadores y trabajadoras.

                Las precandidaturas sin contenidos nos llevan a observar dos problemáticas. La primera situación la podríamos denominar de fondo, es decir qué representa hoy por hoy un nombre en particular como precandidato, incluso aunque gran parte de los precandidatos y precandidatas poseen domicilio político en partidos, este hecho nos indica poco. Producto del desperfilamiento de muchos partidos donde se superpone el actuar individual al colectivo. Un ejemplo de ello son las cartas más tradicionales de la derecha como Lavín y Mathei, que discursivamente se encuentran lejos de la UDI de Jaime Guzmán. Ambos intentan sacudirse de la dictadura y el pinochetismo y harán lo mismo con el gobierno de Piñera.

                Es cierto que en política se puede morir varias veces y volver a la vida, no obstante, nos preguntamos que puede representar para un o una joven votante la figura de un Jorge Tarud o Carlos Maldonado. Entonces, a quienes representan o creen representar estos precandidatos, sólo por mencionar a estos dos.

                La segunda cuestión es de forma, y tiene que ver con la técnica política para ordenar los bloques y generar los abanderados presidenciales a través de las primarias. Hasta el momento las primarias de alcaldes y gobernadores regionales han tenido una muy baja participación lo que le quita legitimidad al proceso y produce errores ópticos en los vencedores. Ejemplo de ello son los supuestos buenos resultados que ha obtenido el PDC, frente a los otros partidos de la ex Concertación.

                Las primarias producirán cierto orden, pero a su vez nada asegura que los perdedores asuman sus derrotas o que todos los precandidatos o precandidatas participen de este ejercicio. Todas las elecciones de este 2021 dibujaran el escenario político futuro, aunque previamente frente a la dispersión de nombres, se requiere lograr acuerdos de unidad. Hasta el instante ante la carencia de ideas parece que la unidad se logra mediante la identificación de adversarios comunes. En definitiva, esto no es unidad, sino pragmatismo porque cualquier aliado se puede convertir en adversario. La disputa del del PS y la DC por el municipio de Quinta Normal lo refrenda.

                El cuadro actual necesariamente nos tiene que llevar a poner en tela de juicio las posibilidades de la democracia representativa chilena y el régimen político presidencialista. El gobierno de Sebastián Piñera deja en claro los vicios del sistema político presidencialista donde el poder y las iniciativas de ley descansan en una sola persona. La crisis social, la violación de los DD. HH, el descontrol institucional de Carabineros, el conflicto en la Araucanía, la pandemia, junto con un congreso en su mayoría de oposición nos señalan que este gobierno ha sido inoperante.

                A pesar del saldo negativo de esta administración que lejos de solucionar la crisis la profundiza en nuestro país no existen los mecanismos para canalizar la movilización ciudadana en espacios políticos formales y menos para revocar el mandato de un mal gobierno. La democracia chilena, nacida fruto de la negociación de la dictadura y la ex Concertación, se ha agotado.

           

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