Por Fernando Bahamonde Avendaño
La paulatina desafiliación de los partidos políticos en diferentes sectores de diputados, la ruptura en el seno del Frente Amplio y la franca paralización y renuncia a sus supuestos principios del gobierno nos indica dos posibilidades ciertas; una hacia el desplome del sistema de partidos políticos y otra, aún en ciernes, el reordenamiento del mapa con nuevas políticas de alianzas y la formación de nuevos conglomerados.
En la derecha, sus partidos, parlamentarios y el propio gobierno, la reforma constitucional y luego la ley del retiro del 10% ha significado la persecución de los partidos a aquellos diputados que aprobaron la reforma constitucional, luego para muchos candidatos y precandidatos de derecha se alejaran progresivamente del gobierno que no ofrece garantías para una elección o reelección.
Para este sector que ha vivido pendiente de hacer política por medio de las encuestas no han tenido otra alternativa que vivir del populismo, algo que han utilizado frecuentemente para atacar a sus adversarios. Pero frente al derrumbe del gobierno y de la figura presidencial no tienen otra alternativa que sumarse a las mociones de mayoría, aunque sea en cuestiones puntuales.
La Ley de retiro ha significado para el gobierno el renunciar a uno de sus pilares básicos como es el sistema de fondos de pensiones y el ahorro individual. Este hecho nos habla a su vez de la inmensa incapacidad del ejecutivo de levantar una política social contundente para palear la crisis social, agudizando con ello la crisis política.
En el caso del Frente Amplio, hablamos en su momento, del conflicto de origen en la construcción de una alianza pluriclasista que abarco un amplio abanico ideológico y que no pudo superar la contradicción entre sus individualismos y la construcción colectiva. Hecho que da cuenta de partidos de cuadros, sin capacidad de formar estructuras.
El acuerdo del 15 de noviembre de noviembre de 2019 fue una prueba insuperable para esta fuerza, y la incapacidad de alinear como una bisagra a toda la oposición en función de las primarias legales, no sólo constata la incapacidad de cohesión interna del FA, que proviene de asumirse como socialdemócratas, liberales o de izquierda.
Este hecho se manifestó con sendas visitas de los personeros del FA, en el transcurso de las negociaciones por las primarias, a la sede del PS donde se alojaban los residuos de la Concertación reforzados por los malabaristas del PRO y al ICAL donde se encontraba los negociadores el PCCH.
Sin embargo, antes de continuar se deben hacer presentes dos principios básicos. Primero, que ninguna formación social desaparece mientras sus fuerzas productivas aún tienen posibilidad de seguir desarrollándose. Y, segundo, las sociedades no se plantean objetivos para cuya resolución aún no se hayan generado las condiciones necesarias.
Estos dos ámbitos indican que ni las formaciones sociales se agotan por sí mismas y las condiciones necesarias para desarrollar nuevos objetivos políticos no obedecen a mecanicismos espontáneos de las distintas fuerzas políticas y de las organizaciones y movimientos sociales.
No podemos desconocer que las condiciones de superación del estado actual de la sociedad chilena están dadas, no obstante, el camino por recorrer para las fuerzas “progresistas” o sencillamente de izquierda implica reconocer que el punto de partida es plantearse la superación del neoliberalismo como formación político-social.
La búsqueda del mayor acuerdo político-social posible representa integrar amplios sectores sociales organizados y en organización que históricamente han sido postergados del ejercicio vinculante de la política. Paralelamente, y más allá de sus posibles alianzas, desplazar aquellas fuerzas que han sostenido e intentaran mantener el neoliberalismo incluso con matices como son la derecha y la Concertación.
Lo que se descompone es la política tradicional que ha dominado el escenario los último 30 años, no en sí la política con capacidad transformadora. Se debe tener conciencia que las batallas electorales son de primera importancia, así la tarea de erigir una nueva Constitución. A su vez de tener claridad que las acciones para superar el neoliberalismo no se agotan con lo electoral e incluso con una nueva Constitución.
Las demandas político-sociales aún se encuentran vigentes y en contradicción tiene un muro de contención que impedirá que puedan concretarse, dicho muro es el gobierno que tendrá que seguir gobernando como minoría y a la deriva, intentando imponer su agenda retrograda gracias al presidencialismo propio del sistema político.
Las contiendas electorales obligaran a lograr prontos acuerdos instrumentales, tácticos y estratégicos. Lo importante es la integración de lo social y poder producir una síntesis de demandas de corto, mediano y largo plazo, vale decir, levantar plataformas programáticas plausibles.
El sistema político chileno, parece ser, se encamina nuevamente hacia los 3/3. Que de constituirse podrán recién medir fuerzas en la próxima elección presidencial. Tendremos una derecha dedicada a encontrar los nombres para completar las papeletas, con una campaña mediada por el paternalismo y la demagogia. Para la centro-izquierda o “Unidad Constituyente”, la contienda consiste en mantener cuotas de poder en la Convención Constitucional, y las alcaldías para poder confluir en un candidato o candidata presidencial.
Existe el mito que los 3/3 anteriores a 1973, destruyó el sistema democrático el 11 de septiembre, por la incapacidad de producir mayorías estables, por las características del sistema institucional imperante, pero lo que no se dice es por el carácter golpista que adquirieron los 2/3.
De transitar, nuevamente, hacia los 3/3 será en un contexto nuevo, no exento de dificultades, para consolidar aquellas mayorías activas hacia la confluencia política y social.