Este 25 de octubre, el pueblo de Chile tiró a la basura la constitución de Pinochet, constitución que rigió los destinos de este desigual país en los últimos 47 años de vida social, económica y política en nuestro país. Esa constitución que impuso el neoliberalismo, una vez agotada la dictadura, sobrevivió los últimos 30 años gracias al duopolio de la “transición a la democracia”, de quienes se acomodaron al neoliberalismo y no quisieron cambiar nada. Pero se acabó. Desde las bases de todas las comunidades del país, hoy comienza a germinar una nueva constitución digna y soberana como su pueblo.
Tras un año de alzamiento popular y la violenta política de represión estatal, el pueblo en movimiento ha conquistado su derecho a una vida digna, manifestándose en las calles y votando, generando este aplastante y mayoritario triunfo cercano al 80% por el Apruebo y la Convención Constitucional. Millones de jóvenes se sumaron a esta tarea, y fueron cientos de miles las que desde todas las comunas populares del país se volcaron al desafío de triunfar por la esperanza del cambio que todas y todos queremos, haciendo de este plebiscito un hito imborrable de la historia de Chile.
La victoria popular de ayer es un paso gigante en esta lucha que empezó hace décadas y que tuvo un salto con la rebelión iniciada hace un año y que se consolida hoy con el triunfo arrollador del pueblo en el plebiscito. Sin embargo, el pueblo que despertó ahora debe dar un paso más, porque lo logrado hasta ahora no lo podemos arriesgar.
La lucha antineoliberal por un horizonte de transformaciones profundas para una nueva sociedad chilena debe asegurar el cambio que todas y todos queremos. El Nuevo Chile debe construir un nuevo contrato, popular y democrático, plurinacional, feminista y libertario, desde donde el pueblo levante una nueva constitución desde sus bases, más parecida a su pueblo que a las élites, para asegurar así que nunca más seamos obligadas y obligados a vivir indignamente en la sociedad salitrera del siglo XXI.
El próximo paso de este Chile digno y soberano es construir la unidad de las fuerzas antineoliberales, con una lista unitaria de representantes en la convención que expresen este proyecto transformador, que levante el programa del pueblo, asegurando así cumplir con el mandato mayoritario de una sociedad de derechos, garantizando la fidelidad con el pueblo que abrió esta oportunidad y que aseguren que la Convención Constitucional ejerza el mandato como una verdadera Asamblea Constituyente. En este momento histórico, hacemos un llamamiento a la unidad a todas las fuerzas políticas antineoliberales, a los movimientos sociales, a los pobladores y asambleas o cabildos de los territorios, a las mujeres organizadas, a las organizaciones y sindicatos de trabajadoras y trabajadores, a la juventud y los estudiantes, a los pueblos-naciones originarias, a las organizaciones sociales, culturales y medioambientales; a todos los que luchan en cada rincón de Chile por los cambios profundos que el pueblo mandata.
POR EL FUTURO DE CHILE, VENCEREMOS Y SERÁ HERMOSO