(Fuente: La Tercera) Mientras científicos y médicos luchan contra el virus en sus laboratorios y centros de salud alrededor del mundo intentando contener el avance del nuevo coronavirus Sars-CoV-2, en las redes sociales y medios de comunicación economistas, epidemiólogos, políticos y todos quienes tienen algún tipo de conocimiento matemático o estadístico, se dedican a publicar, dar “me gusta” o criticar las cifras y proyecciones con las que se informa el estado de situación de esta epidemia en los diferentes países.
A fines de marzo, un informe elaborado por el banco estadounidense JP Morgan destacó las cifras chilenas frente al virus, específicamente “la baja mortalidad” y la cantidad de test diagnósticos que está realizando.
El documento, señala que ocho días después del primer caso de esta enfermedad, Chile daba cuenta de siete personas fallecidas, mientras que Italia a los ocho días ya registraba 35 fallecidos, España a la misma fecha 84 y Brasil 57.
Además, mencionan como un aspecto importante el número de exámenes de detección que ha realizado el país: a un mes del primer caso diagnóstico, Chile realizó cerca de 50 mil test. A esa misma cantidad de días, Colombia llevaba menos de 25 mil; Perú, alrededor de 19 mil y Argentina, menos de 9 mil.
Conocer cuántas personas están muriendo, cuántos test se están realizando, es útil para que las autoridades de un país tomen medidas sanitarias. Pero los cálculos matemáticos por sí solos no logran explicar el problema en su totalidad y menos sirven para hacer comparaciones con otros países con un simple cruce de datos. La situación es más compleja que sacar una proporción entre fallecidos y diagnosticados (letalidad) o entre fallecidos y cantidad total de la población (mortalidad).
Hasta ayer Argentina informa la realización de 22.805 test, en una población de más de 44 millones de habitantes. lo que considerando la cantidad de población equivale 502,6 pruebas por cada millón de personas. En Chile, a la fecha se han realizado 87 mil test diagnóstico mediante la técnica de PCR que es la que se contabiliza en las cifras oficiales. Si se considera una población de 18 millones, se han practicado poco más de 4.800 test por millón de habitantes.
Alberto Fernández, presidente de Argentina, señaló en una rueda de prensa las razones de por qué decretaba prolongar la cuarentena total en su país. “Vean ustedes lo que pasó en Brasil y Chile, dos países cercanos a nosotros” dijo, apoyado por una presentación en powerpoint. El primer gráfico mostraba curvas comparadas de contagios entre Brasil (19.638), Chile (6.501) y Argentina (1.975). “Brasil tiene cinco veces nuestra población. Chile tiene la tercera parte de nuestra población. Quiero marcarles esto para que vean que en el continente también se reflejan los resultados de la cuarentena“, agregó. “Miren los fallecidos”, siguió al pasar a la lámina siguiente (Brasil, 1.057; Chile, 82, Argentina, 65), insistiendo en que Chile “tiene un tercio de la población de Argentina”.
Por ello, María José Monsalves, magíster en epidemiología clínica y doctora en Salud Pública de la U. San Sebastián, explica que el concepto de letalidad se refiere al numero de muertos totales sobre el total de contagiados y eso está sujeto a cada país y relacionado con el número de testeos que cada país realiza en forma diaria.
Cristóbal Cuadrado, profesor asistente de la Escuela Salud Pública de la U. de Chile, señala que el hecho de que un país tenga una letalidad de casos mayor o menor que otro en un momento dado no dice absolutamente nada respecto de si ese país lo esta haciendo mejor o peor que otros en contener la epidemia.
¿Por qué no se puede comparar? Hay varias razones a juicio de este investigador. La primera, porque el momento de la epidemia es diferente entre países y hacer comparaciones directas entre ellos, es un error. Así, tomar el número de contagiados y dividirlos por los fallecidos no funciona si un país está en el día 20 de la epidemia y otro que está en el día 60, desde que se consignó el primer caso.
“La letalidad tiende a ser muy baja al comienzo, ya que los fallecidos tienen un desfase de 2 a 3 semanas con respecto a la curva de contagios. Por otro lado, en fases más avanzadas se produce una saturación del sistema de salud lo que lleva a dos fenómenos adicionales: ante gran cantidad de casos, se testea solo a los graves incrementando subnotificación de casos y además, la letalidad en los casos graves se incrementa al coparse la capacidad de cuidados intensivos y el agotamiento del personal sanitario. Ambos llevan a incrementar la letalidad”, dice Cuadrado.
Pero incluso, aunque se ajustara el día de la enfermedad y se ajustarán las cifras de los países en una misma etapa, la comparación no se puede realizar.
Christian García, académico y médico doctorado en Salud Pública de la U. de Santiago dice que al comparar si un país está mejor o peor con otro, siempre hay que evaluar si lo que se está comparando es comparable o no. “Italia, por ejemplo, tiene una estructura de la población diferente a la chilena. Ellos tienen un 23% de la población de adultos mayores (en Chile es el 16%) y cuando ellos detectaron el primer caso, es decir, su día 1, se trataba de un paciente adulto mayor que estaba hospitalizado, por lo que detectaron el primer paciente en una etapa más avanzada. En Chile el primer paciente fue una persona con síntomas leves que venía del extranjero. En Italia, un adulto mayor que necesitó hospitalización. En Chile partimos en fase 1, pero ellos ya estaban en fase cuatro cuando comenzaron a detectar le enfermedad”, indica.