Por Fernando Bahamonde
“(…) si la humanidad ha de tener un futuro, no será prolongando el pasado o el presente. Si intentamos construir el tercer milenio sobre estas bases, fracasaremos. Y el precio del fracaso, esto es, la alternativa a una sociedad transformada, es la oscuridad”.
Erik Hobsbawn
El desafío democrático del presente consiste en no pensar en los límites y posibilidades de la democracia, sino en ensanchar sus posibilidades para superar los limites institucionales que constriñen la existencia social.
El desarrollo de la democracia liberal, en efecto, y a través de arduas luchas incrementó en el mundo el derecho a voto en el mundo y en Chile, superando en primera instancia la limitación del voto censitario cuyo fundamento fue el supuesto que aquellos hombres que poseían un bien o ingreso eran independientes y libres respecto a otros. Recién en 1874 se eliminó la restricción de renta para el voto permitiéndose sufragar a hombres de 21 años casados y 25 años solteros, en ambos casos que supieran leer y escribir. Otro avance significativo fue la inscripción del voto femenino, no sin antes la lucha de las mujeres para obtener este derecho político básico, en 1934 se les permitió el voto municipal y en 1949 el presidencial, que por primera vez se ejerció en 1952. En 1972 se bajó la edad de sufragio de 21 a 18 años incorporando a analfabetos. Un claro retroceso en esta dirección es la existencia del voto voluntario desde el 2012.
Por otra parte, además de la creciente ampliación del padrón electoral chileno debe tenerse presente las reglas del juego en los sistemas electorales que determinan la representación. Durante los siglos XX y XXI, encontramos tres momentos; 1925 a 1973 con un sistema proporcional ajustado al número de población y divisiones distritales, 1989 a 2018 la implantación del sistema binominal establecido para constituir paridad o equilibrio entre dos bloques donde las minorías supeditaban a las mayorías, y en ejercicio desde 2018 vigente un sistema de proporcionalidad corregida.
¿Pero sólo esto es la democracia, derecho a voto determinado por un sistema electoral, todo en un marco institucional creado por el poder ejecutivo y legislativo en momentos circunstanciales y supeditado a sus intereses particulares de minorías en la representación?
A eso nos referimos cuando se señala que es la institucionalidad la que limita la democracia, producto del desacople entre sociedad que aspira a profundas transformaciones que choca con un estado de derecho añejo que no da cuenta de la realidad.
Para superar el enfoque tradición de la democracia liberal se le puede poner otro apellido, el de democracia progresiva. La primera observación es que en el esquema actual se aprecia la fragmentación de la existencia social en tres ámbitos el político y el económico que en conjunto constituyen la existencia social.
La contradicción es incluso ontológica por tanto relativa al ser. Por una parte, encontramos a un ser universal en la esfera política por su relativo derecho a voto; pero desde la perspectiva económica nos encontramos con el ser individual como gestor de riqueza. Y es aquí donde la esfera económica domina la esfera política, porque son los individuos que mayoritariamente concentran la riqueza influyen en la esfera política para mantener y acrecentar su riqueza, a pesar de ser minoría. De manifiesto en la institucionalidad- extensión o voluntariedad del voto y los sistemas electorales- así como en los casos de financiamiento irregular de la política y la promulgación de leyes como la de pesca, por ejemplo.
Pensar en una democracia progresiva, implica la suma transformadora de una democracia política participativa de amplias capas de la población en el sistema político y una democracia económica con la inclusión de los y las trabajadoras en sistema económico tanto público como privado con derecho a voz y voto.
No se trata sólo de ampliar el voto, cosa que se puede hacer con los menores de 18 años, además de reponer la obligatoriedad del sufragio. O de fomentar el sindicalismo en todas sus áreas para aumentar el peso específico de los y las trabajadoras, se trata de incrementar poder en aquellos eternamente excluidos, pero integrados únicamente a través del voto.
La democracia progresiva es un régimen político que combina las instituciones representativas tradicionales con nuevos órganos de democracia participativa en la esfera política y económica así paulatinamente las grandes mayorías dejaran de ser minorías en la mera representación, es más serán mayorías activas capaces de ser y estar en sociedad construyendo un destino colectivo marcando un profundo punto de inflexión la unidad en la diversidad para lo cual se necesita otro tipo de Estado muy diferente al actual y a los tradicionales. Lo que debe quedar claro es que para que se exijan deberes en sociedad, primero deben existir derechos sociales de los cuales hoy en Chile carecemos política y económicamente