Por Fernando Bahamonde Avendaño
El lenguaje designa realidad otorgándole un significado y significante al mundo, para algunos el lenguaje crea realidad lo que es cuestionable porque el lenguaje se puede usar negativamente para invertir, ocultar o reducir la realidad. Y ese es el espacio acotado en que opera el sentido común como una certeza irreflexiva creada por medios y redes de comunicación para vivir relaciones sociales que parecen ser inmutables y eternas.
Las ciencias sociales como la economía y la ciencia política construyen conceptos o categorías analíticas para caracterizar, clasificar u ordenar fenómenos o sujetos sociales. Esta taxonomía creada por las ciencias sociales devino posterior al carácter que adquirió el capitalismo en tanto utiliza la división del trabajo y la especialización como máximas para acrecentar la productividad maximizando el recurso humano. Por ello, las ciencias sociales han generado un marco altamente ideológico para captar esta realidad y de ahí deriva la compartimentación y especialización en que se mueve su noción de sujetos y objetos de estudio fragmentados.
Entrar a la discusión sobre qué es y quiénes son los integrantes de clase media debe tener un marco lógico que escape a la visión tecnocrática para la producción de políticas públicas que a pesar de presentarse como neutras e incluso científicas, poseen una alta carga ideológica para ocultar, invertir y reducir la realidad al pequeño espacio del sentido común, por lo cual este también debe ser un espacio en disputa.
Desde otra perspectiva que excluye la visión dominante se debe diferenciar entre ser y sentirse de una clase y de un estrato social. Se pertenece a una clase cuando se participa de una relación social que está determinada por el lugar que se ocupa en el proceso productivo, es decir soy el que extrae o al que le extraen el valor del trabajo. Esto ya nos presenta dos espacios de pertenencia dicotómicos y que es independiente a la conciencia que se tenga de sí en el lugar que se ocupe ya sea como apropiador o expropiado del producto social trabajo.
En nuestro país el 90% de la población está compuesta por trabajadores y trabajadoras asalariados formales e informales, pequeños comerciantes, industriales y agricultores cuya existencia material se contrapone al 10% que controla el mercado financiero, el acceso al crédito, el gran comercio rentista y el sistema de fondos de pensiones que hace uso de la fuerza o el producto del trabajo de 9 de cada 10 chilenos lo que le proporciona el poder y la dominación social. De ese 10% de la población chilena que posee un lugar de privilegio, el 1% se lleva poco más del 30% del ingreso del país.
La categoría “clase media” no es otra cosa que una forma de segmentar y ordenar la población desde la idea de taxonomía social que nos presenta la tradición de las ciencias sociales. Entonces, debiéramos considerar a la clase media dentro de un marco más amplio y general que es el estrato social que contiene a otros segmentos de la población cono género, etnia, religión, etc.
Si la noción tradicional de “clase media” se cuantifica por medio del ingreso como un mero elemento ordenador, pero al mismo tiempo se le niega su cualidad en tanto trabajador en el rol que cumple en las relaciones sociales de producción. Con esto nos quereros referir que la clase media es una categoría de análisis social, no así una realidad porque según el ingreso tal cual las diferentes líneas para clasificar donde importantes segmentos de la población pueden quedar dentro o fuera del rango que por un puñado de pesos lo que tiene como consecuencia el no acceder a derechos.
En los hechos conceptos como clase media, emprendedor y el mérito individual encumbren la realidad de trabajadores y trabajadoras que enfrentan relaciones económicas asimétricas en un mercado que nunca deja de ser imperfecto, escondiendo el poder que ejerce una minoría sobre una mayoría.
Por ello, la ultra focalización de las políticas publicas es una carga ideológica que sostiene este gobierno y esta forma de Estado, donde segmentos muy pequeños de la población pueden acceder a supuestos beneficios, que finalmente son derechos. La contrariedad radica, además, en los mecanismos mediante los cuales se accede al beneficio a través de cupos limitados y estableciendo un estándar de concurso entre diferentes postulantes. Nuevamente, algunos a pesar de la necesidad quedan fuera de rango.
El gobierno ha usado la pandemia para sacar a los manifestantes de las calles, aprovechando el escenario para instalar PDL y algunas leyes sin apartarse un ápice de su ideologizada concepción de una sociedad de individuos. No obstante, a los manifestantes del 18 de octubre ahora se deben sumar millones de cesantes muchos de los cuales se pensaban de clase media, pero hoy fácilmente pueden encontrarse con otro que con anterioridad consideraba pobre para reconocerse como iguales en la precariedad.