Por Fernando Bahamonde
En tiempos normales la política se desarrolla con un gobierno y una oposición que juegan el juego democrático de la competencia electoral en el marco de un consenso económico y social como telón de fondo, en consecuencia, la política es casi un acto de tipo administrativo.
Este consenso fue propio de la “democracia de los acuerdos” de los 20 años de la Concertación y la derecha. En un tipo de democracia representativa con convenio neoliberal que en estos momentos es imposible, porque por una parte la representatividad no es tal y el neoliberalismo es incapaz de dar respuestas a la crisis. El resultado es que la contradicción es mayor porque por una parte este tipo de democracia está hecha para preservar este modelo.
Pueden existir pequeños sectores que plantean transformaciones profundas para transitar hacia otro tipo de sociedad. Estos grupos serán marginales y marginados por aquellos que sostienen el consenso.
El mandato de los votos recibido por Sebastián Piñera el 17 de diciembre de 2017, en la segunda vuelta electoral, expiró. En un régimen parlamentario lo que correspondería hacer en este caso seria el jefe de gobierno disuelva el gabinete y el jefe de estado convocara a nuevas elecciones. Sin embargo, en Chile al existir escasos mecanismos institucionales para renovar un mandato la crisis se profundizará. Podrán cambiar los actores ministeriales, pero el director de orquesta se mantendrá acrecentando la ruptura política.
La crisis se evidenció el 18 de octubre y se profundizó con crudeza por efecto de la pandemia, por tanto, el consenso se ha perdido. Lo que les queda aquellos a los que pierden la hegemonía es generar un nuevo consenso para lograr reafirmar sus posiciones y mantener el poder que detentan. Lo que es difícil porque lo que ha entrado en crisis es toda la sociedad. Si los que están en el poder no pueden crear un nuevo consenso por la incapacidad de superar sus propios intereses, les queda aplicar la coerción.
En la crisis se vive una polarización donde gobierno y oposición en el congreso nacional se parapetarán en sus respectivas trincheras para descargar artillería uno contra otro. Los misiles en el campo legislativo son las iniciativas o PDL.
Hace menos de un mes la oposición en el parlamento era, y creemos que seguirá siendo multifacética, pero han existido proyectos de ley que producen un marco mínimo de unidad.
El primero fue el proyecto de ley de 40 horas semanales de trabajo, que se aprobó con el voto de algunos parlamentarios oficialistas. Pero definitivamente el proyecto de retiro del 10% de los fondos de pensiones y su aprobación en la cámara de diputados el pasado jueves 16 de julio, fue el misil que cayó en la trinchera del gobierno que terminó por dispersar las tropas oficialistas en este caso 18 diputados de gobierno que permitieron obtener el quorum y la aprobación de la reforma constitucional.
Desde ese 16 de julio en adelante se ha iniciado una guerra de movimientos, donde la iniciativa está en el campo de la oposición para avanzar y ocupar el territorio del adversario. Las tropas oficialistas de diputados y senadores de derecha que apoyan el retiro del 10% de las AFP cedieron terreno para que el enemigo prosperara. En el intertanto el comandante en jefe oficialista o Presidente de la República y su cuerpo de generales o los ministros han quedado solos en su trinchera, con pocos soldados.
Pero queda aún más artillería a disposición en la oposición como el PDL del impuesto a los super ricos y el golpe de gracia, será el triunfo de la opción apruebo en el plebiscito constituyente del 25 de octubre. Los dos pilares históricos que ha defendido la totalidad de la derecha y parte importante de la ex concertación como la Constitución de 1980 y las AFP hoy se desploman.
El gobierno se ha quedado sin relato, iniciativa y conducción. La derecha experimenta conflictos entre el poder ejecutivo y los partidos de la alianza, entre los propios partidos de gobierno y dentro de las colectividades lo que les deja escaso espacio para proponer nuevas maniobras en plena crisis. Cuánto espacio está dispuesta a ceder la derecha antes de intentar una salida autoritaria.
Es importante recordar que la mayor crisis de la derecha en el siglo XX ocurrió entre 1964 y 1973 la que se resolvió por la vía violenta. En 1964 la derecha terminó apoyando la candidatura de Eduardo Frei Montalva para dejar en el desierto al radical Julio Durán Neumann, en 1965 experimentó la mayor derrota electoral parlamentaria y quedó reducida a su mínima expresión. La crisis en la derecha desbarató a los dos partidos históricos, liberales y conservadores se disolvieron para unificarse en el Partido Nacional en 1966. En 1973 ingresaban a una casa de gobierno bombardeada de la mano de las FF.AA.
Hoy cuando la derecha dejó de ser una suma de individualidades que sigue un liderazgo y es una resta en busca de un liderazgo casi mesiánico que le otorgue sentido y cohesión. A su vez el gobierno persevera en aprobar leyes con el objetivo de recubrir su innato autoritarismo de un marco legal para atacar la movilización social. El preámbulo de la violencia estatal será en veto presidencial al PDL de retiro del 10% de la AFP.
Por otra parte, hay que observar cuanto puede avanzar en territorio enemigo la oposición. Una alternativa es caminar a la capital del modelo y colocar la bandera de triunfo en la sede de gobierno de la derecha edificio construido por la Constitución y las AFP o incluso trabajar una nueva Acusación Constitucional contra el Presidente de la República por la inconmensurable cantidad de errores que ha cometido y comete a cotidiano el principal responsable político de esta crisis
Para aquellos que, en la oposición a pesar de tener el campo abierto a la capital de la república de la derecha, no deseen avanzar existe una vanguardia que está determinada a hacerlo y es la movilización social.
El avanzar en la línea correcta implica caminar para la izquierda y la sociedad civil hacia la propuesta de un proyecto de país capaz de superar el neoliberalismo, y para la oposición en su conjunto sentar las bases de un compromiso histórico frente al eventual derrumbe de la institucionalidad y la alternativa autoritaria a la cual en la desesperación pueda recurrir el gobierno, el empresariado y parte significativa de la derecha, para este sector el actor protagónico son las FF.AA y de Orden. Pero ciertamente el único protagonista legitimo es el pueblo de Chile sus demandas expresadas a través de la movilización.
En cualquier guerra-metafóricamente hablando- cuando esta se vuelve popular no existe posibilidad que un ejército regular, por más entrenado y equipado se encuentre pueda vencer al curso inexorable de la historia.